CÓMO ME gustan los que se sienten en la libertad de elogiar a otros países por encima del suyo, me da igual de qué país se trate. Stendhal admiraba Italia muy por delante de Francia, de la que llegó a decir: "Es entrar en tierra francesa y siento que me falla la respiración". En cambio Curzio Malaparte pensaba muy distinto; escribe en Diario de un extranjero en París:
A los italianos nos maneja el catolicismo, los franceses manejan el catolicismo. Ante un católico italiano siento el abismo de maldad, de hipocresía, de esclavitud de las supersticiones, de desprecio por la libertad humana, de vileza, de amor a lo macabro, de odio a la vida. Ante un católico francés siento el soplo del espíritu libre, de la razón libre, de la conciencia libre. En Francia, la Iglesia tiene parte del poder. En Italia es el ama absoluta. Un comunista francés no es, como lo es un comunista italiano, un comunista católico. Una persona como Pascal sería imposible en Italia. Todo lo que es libre en el catolicismo italiano, no es italiano. Francisco de Asís cuenta que su madre es francesa. También en Boccaccio se nota la sangre francesa, las costumbres francesas, su sentido del humor, su objetividad, su libertad.