HOY ES el Aberri Eguna. Lo sé porque en el trabajo tenemos un calendario muy completo que trae todos los santos y fiestas de España. Y qué curioso: yo, aunque fui nacionalista al menos hasta los 18-20 años, mancha gigantesca en mi biografía de la que no me escondo y que no me voy a perdonar jamás, nunca fui a un Aberri Eguna, nunca llevé un lauburu y nunca tuve una ikurriña en la mano. Se comprende que, cuando murió mi padre y decidí rechazar Euskadi para siempre, no me costó ni cinco minutos hacerlo, porque además mis pulsiones más profundas, el alegrismo, la ensoñación, el poco fuste, la charlatanería, la vagancia, la volubilidad, la exageración, la vanidad, la fantasía o el nulo amor que he sentido siempre por la familia, entraban en colisión con todo lo que me enseñaron que debía ser el "buen vasco". Existe otro motivo por el que no me ha costado nada desprenderme de Euskadi, y es que no tengo ni idea de ella: eso lo estoy descubriendo en Madrid, al comprobar que muchos madrileños la conocen mejor que yo:

—Oh, estuvimos en Bakio, ¿a que es bonito Bakio?
—No lo sé, nunca he estado.
—¿Cómo que no has estado en Bakio? ¿No me has dicho que naciste en Vizcaya?

Nací en Vizcaya, sí, pero decir que nací en Vizcaya es como decir que nací en la Vía Láctea: en mi pueblo no había autobús ni tren ni metro y hasta los 19 años no me saqué el carnet de conducir, por lo que estuve en muy pocos lugares. Además de los pueblos del Txorierri, solo conocí un poco Gatika, Mungia, Lemoiz, Gorliz y Plentzia; y de las grandes ciudades, solo Bilbao, Baracaldo, Portugalete y Basauri. En la famosa Getxo, por ejemplo, creo que solo estuve en una ocasión. De Guipuzkoa y Álava no conozco nada de nada, cero patatero, solo estuve una vez en San Sebastián y nunca en Vitoria; en Navarra tampoco he estado nunca, y en las tres provincias vascofrancesas ídem de ídem. ¡Cómo iba a amar lo que solo conocía de oídas! A la cultura vasca euskérica, que es la que padecí en mi pequeño pueblo rural, tampoco la echo de menos porque para mí se trata sobre todo de folclore, el folclore más aburrido, plano, lento, moral, insípido, antisensual y antifantasía que te puedas imaginar, como premeditado contra todos mis instintos principales. Prefiero cualquier disco de Queen a toda la cultura vasca. Anda que ya fue desgracia para mí nacer en un lugar como ese y desgracia también para ellos que les naciera alguien como yo, que no respeta el principal rasgo que tiene "el buen vasco", que es el de estarse callado.