¿Y POR qué esa dureza mía del anti-, por qué no me conformo sencillamente con ignorar a Euskadi o ignorar a España y tengo que llevarlo a ese extremo del "antivasca" y "antiespañola", que pueden sentar mal a quienes están orgullosos de serlo? Pues porque tuve familia nacionalista vasca en Vizcaya y familia patriota española en Burgos y pude darme cuenta de que el "patriotismo sano" y el "nacionalismo democrático" no existen, son pura filfa, tanto el patriotismo como el nacionalismo son sentimientos irracionales negativos que en cualquier momento se van de las manos y terminan en conflicto, sobre todo en las zonas fronterizas, donde las familias se destruyen y las amistades se truncan a cuenta de estos dos -ismos.

Y sin embargo, a pesar de que son dos sentimientos que deploro, en mi mundo ideal existe un lugar para los españoles, los vascos y los catalanes (y para los franceses, los rusos, los escoceses, etc), que es el lugar donde están recluidos ahora los cristianos o los musulmanes: la esfera de lo privado. Todo vasco, catalán o español tiene derecho a que sus hijos se eduquen en el idioma, la historia, la literatura, etc., que ellos elijan, pero no tienen derecho a imponernos su identitarismo a los demás, incluso aunque los demás seamos solo un 1%. Lo que necesitamos los demás es una educación ilustrada donde "lo nuestro" sea el planeta Tierra, una educación que nos enseñe lo que nos une y no lo que nos separa, tanto con respecto al resto de los humanos como al resto de seres vivos o inertes de la naturaleza. Si consiguiera persuadir a cinco o seis cerebros en la idea de que una ikurriña o una señera o una bandera rojigualda, colocadas en un colegio o espacio público, suponen una barbaridad mucho más grande que un crucifijo (porque el cristianismo, al menos el de base, es una religión de paz), daría mi insistencia en el anti- por bien empleada.

¿Que lo que yo pido es una utopía? ¿Que Vanessa vive como Genoveva en las montañas? Que sea una utopía no me arredra, pero muchas veces llamamos utopía a prácticas que fueron comunes en otros lugares o épocas. La gente piensa que el estado-nación ya existía en las cuevas de Altamira y que hasta las hachas de sílex se pintaban de rojigualdo, pero la realidad es que esta locura nosotrista que nos envilece cuenta como mucho con doscientos años de existencia, y tampoco está extendida con la misma estupidez en todos los países del mundo. Recuerdo que el joven Borges estudió en Suiza y una de las cosas que más le sorprendió fueron los planes de estudio.

—Cuando estudié en Suiza —declaró una vez—, no podías aprender literatura de Suiza o historia de Suiza, que solo existían como asignaturas optativas. Las asignaturas que se daban como obligatorias se llamaban simplemente "Historia" y "Literatura", y trataban sobre la historia y literatura universales.