LO QUE más me divierte de esta polémica entre historiadores portugueses y españoles sobre el quinto centenario de la primera circunnavegación del globo, aparte de la mentira ínsita en toda polémica patriota (por culpa de este invento el planeta Tierra tiene 194 historias diferentes, cada país la suya, aparte de las 300/400 añadidas de los independentistas), que trata de soslayar que en aquellos tiempos no existía un estado-nación español o portugués como los de ahora, o que el patrocinador de la empresa, Carlos V, dirigía un imperio multicultural que, precisamente en los años en que Magallanes y Elcano daban la vuelta al mundo, mantenía una guerra contra los comuneros castellanos, que consideraban a Carlos V un emperador extranjero, o que atribuir el 100% del mérito a un solo país es estúpido cuando en esa expedición iban marineros de nueve nacionalidades y se dirigían por una ruta que era imposible de navegar sin el conocimiento que habían acumulado anteriormente navegantes árabes o italianos, es que los lectores en las redes, en lugar de atribuir la gesta de forma estricta a los 18 navegantes que llegaron o a los 239 que partieron desde Sanlúcar de Barrameda, o extenderla como mucho a los que autorizaron y sufragaron el proyecto, vuelven a eso tan divertido del “nosotros” con 500 años de retraso: “nosotros descubrimos América”, “nosotros dimos la primera vuelta al mundo”, etc.

En esto se termina cuando la historia no se utiliza para esclarecer los hechos pasados sino para despertar adhesión emocional por un territorio. Dije en su día que Cervantes no es nuestro y Velázquez tampoco es nuestro, y hasta di pruebas solventes para demostrar que yo, desgraciadamente, no he participado en la composición de El Quijote ni de Las Meninas. ¿Que vosotros desde la pantalla del portátil en 2019 habéis dado la vuelta al mundo entre 1519 y 1522? Bien, ¡os felicito y os animo a tomar una buena lata de cerveza, porque debéis de estar muy cansados después de un viaje tan largo!