HE VUELTO a leer en Umbral la conocida anécdota de Felipe González tras el fallecimiento de Franco, cuando el que llegarÃa a ser presidente de España, requerido por sus compañeros socialistas para brindar con cava por la muerte del dictador, se negó a hacerlo:
–Yo no brindo por la muerte de ningún español.
Este comportamiento le parece a Umbral maravilloso, tanto que dice que “aquel dÃa Felipe González se convirtió en presidente moral de todos los españoles”. A mà el gesto también me parece bello, desde luego, porque es precisamente delante de personajes dictadores y asesinos donde un gesto de humanidad brilla con más fuerza, pero lo encuentro mejorable: ¿por qué González no se atrevió a decir que no brindaba por la muerte de nadie, fuera español, turco, alsaciano o congolés?