EN LOS hijos de Katie Elder, de Henry Hathaway, ninguno de los cuatro hermanos parece muy interesado en recuperar el rancho perdido, sino que dirigen sus esfuerzos a vengar la muerte de su padre, asesinado por la espalda justo por el tipo que le ganó el rancho en una partida de juego. Me ha gustado mucho ese detalle y me ha venido de inmediato a la cabeza el poeta en euskera más famoso, Gabriel Aresti, que tiene un poema igualmente famoso que a mí no me gusta, Defenderé la casa de mi padre, y no me gusta porque en ese poema, aparte de su defensa simbólica de lo raigal esencialista, se produce tal deslizamiento del padre a la casa del padre que al final se vuelve más importante la propia casa. Y eso sí que no: siempre las personas serán más importantes que las casas, por muy sagradas y ancestrales que sean, y mi padre siempre será más alto que la casa de mi padre. Porque a mi padre no lo puedo sustituir y en cambio puedo levantar otras casas allá donde vaya.