RAFAEL SÁNCHEZ Ferlosio es uno de los españoles más grandes que jamás hayan existido y, como gigante, es naturalmente antiespañol. Así responde a Antonio Lucas en una entrevista de 2011:  
ANTONIO LUCAS: ¿Sigue odiando a España?
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: Claro, como todo ciudadano debe odiar su país. Y ahora también odio Italia, porque me es cercana. Mi madre era italiana. 
Como no es patriota, no siente ningún orgullo por la colección de crímenes y genocidios en que consiste la historia de España. Declara en una entrevista concedida a Carlos Rubio:
CARLOS RUBIO: ¿Qué ocurre con aquel sentimiento de rechazo a la celebración del quinto centenario de la conquista de América, expresado en el ensayo "Esas Yndias equivocadas y malditas"?
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: Los indios no han sido reivindicados. No se les ha levantado la segregación.
CARLOS RUBIO: ¿Por qué tituló aquel ensayo "Esas Yndias equivocadas y malditas"?
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: Porque los españoles fueron una maldición para los indios.   
CARLOS RUBIO: ¿No cree que hubo algún beneficio?
RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: A mí las desgracias y guerras y crueldades históricas no se me pueden justificar por los beneficios que han venido después. No lo acepto.
La "unidad" que tanto se pregona en Madrid como valor en sí, a Ferlosio le parece un horror:
En todas las cosas de los hombres, en todo orden o jerarquía de relaciones, nada ha llegado a ser tan reiterada y tan eficazmente destructivo para la amistad como esa superchería de la unidad. La amistad relaciona a los hombres en su condición de hombres; la unidad los junta y mantiene juntos como cosas. La unidad destruye la amistad porque la desplaza y la reemplaza, usurpando su lugar. La unidad funciona igual que un pegamento, es una especie de sindeticón que mantiene pegados a los hombres como cascotes inertes, inconscientes, de un cacharro roto. El origen del concepto de "unidad" no es otro que la guerra y la dominación.
Sin embargo, aunque Ferlosio ha escrito cientos de páginas desmontando racionalmente la patraña de las patrias, luego descubrimos que es neorrabioso, esto es, que la verdadera razón que tiene contra ellas es estomacal. Escribe en Campo de retamas:
(Anti-España, 2). ¡Ay, Dios mío! Tengo miedo de haberme vuelto tan histérico para ciertas cosas que ya es que no me van a aguantar ni las paredes. Me basta con que se me junte, por un lado, en el rabillo del ojo el tremolar de la más inocente rojigualda, limitándose acaso a celebrar la cobertura de aguas de una obra, por otro, ya de frente a la pupila, un cartel de toros de una corrida en Castellón de la Plana todavía chorreando pegajosos y hasta obscenos goterones de engrudo blanquisucio y, en fin, para rematar, en el oído cuatro o cinco compases de El gato montés o de Marcial, tú eres el más grande, allá en la lejanía para que, literalmente, me prendan fuego cuerpo y alma a la vez en medio de la calle y clame a toda voz, no sé si al cielo, a la tierra o al infierno, como si fuese mi último suspiro '¡¡¡Odio España!!!' (Os juro, amigos, que no puedo más).