LA RESPUESTA nacionalista de muchos sectores de la India al tuit que la cantante Rihanna escribió en favor de los agricultores indios revela una constante del fracaso del universalismo a través de todas las épocas, y es que éste, cuando procede de personas que viven en los países más poderosos de mundo (Rihanna nació en las Barbados, pero pertenece al mainstream global de lo angloamericano), genera un rechazo instintivo en los países no occidentales por el tufo colonialista/imperialista que exuda: ¡ya viene el yanqui con su paternalismo y autoproclamada superioridad moral a imponernos sus particularismos como si fueran valores generales! La historia del cosmopolitismo tiene mucho que callar: es muy sospechoso que el cosmopolitismo helénico creciera a lomos de las conquistas de Alejandro Magno, el romano gracias a las de César o Trajano; o el de los ilustrados franceses con las conquistas de Napoleón. En los tres casos, no se trataba de verdadero universalismo, sino de imponer queriendo o sin querer los valores de Grecia, Roma o Francia. El universalismo de gran impacto mediático del último siglo, el encabezado por personas como John Lennon, Lady Di, Susan Sontag, Chomsky, Hessel, Bono o Greta Thunberg, ahora Rihanna, no solo no funciona sino que causa más nacionalismo y más identitarismo, porque detrás de él asoma la patita occidentalista; es el universalismo encabezado por personas no sospechosas de Occidente (Rigoberta Menchú, Dalai Lama, Galeano, Gandhi, Mandela, Krishnamurti...) el que hay que apoyar si se cree que es digno de ser apoyado, porque el fortalecimiento del sueño planetario solo puede proceder de poner los altavoces a los más desfavorecidos.