¿NO SERÍA mejor, considerando que el estado-nación es una boñiga, en lugar de seguir arrojando nuevas boñigas al mundo, trabajar entre todos para desnacionalizar los estados y convertirlos en meros ordenamientos jurídicos sin conexión sentimental con los ciudadanos? ¿No sería mejor que esos nuevos estados, con límites semovientes marcados solo por criterios técnicos, garantizaran los derechos de todas las religiones y de todos los sentimientos nacionales, de forma que uno pudiera mostrar su carnet catalán o su bandera española o su credo judío? ¿No sería mejor que desde los poderes públicos se apostara por la multidentidad, la multicultura y el multisentimiento? ¿No sería mejor acometer la segunda secularización y sacar los símbolos patrióticos de los lugares públicos y recluirlos a lo privado, una vez demostrado que la españolidad o la catalanidad son irracionalidades particulares que no se amoldan a la universalidad racional de los derechos humanos?