CUÁNTAS VECES me dijeron de pequeño "no me seas andaluz" a causa de mi carácter alegrista y exagerado. En las zonas rurales de Vizcaya era un tópico relacionar lo español con lo andaluz, siempre con matiz negativo, y esa identificación me extrañaba mucho, porque si las personas españolas más cercanas a los vizcaínos son los cántabros, los burgaleses o los riojanos… ¿para qué hay que acudir hasta Andalucía en busca de españoles? Con el tiempo me di cuenta de lo que pasaba: teniendo el nacionalismo vasco, como todos los nacionalismos, una obsesión por distinguirse del otro, ni el cántabro ni el burgalés o el riojano le vienen bien en su propósito de identificarlos con lo español, porque ¡un cántabro y un vizcaíno, euskera aparte, son casi lo mismo! En cambio el andaluz, ese ser que cierto vizcaíno nacionalista identifica con un estereotipo negativo de charlatanería, falta de seriedad o vagancia, le venía que ni de perlas para reafirmarse en su “idiosincrasia”. ¡El andaluz sí que es diferente a nosotros, y por tanto es el español que nos interesa, el que nos viene bien para atacar a España mejor!

Otro tanto está ocurriendo en Madrid con la inmigración. Solo el 19% de los inmigrantes españoles procede de África del Norte o del África Subsahariana, pero existe un interés en hacer creer a la población que "nos están invadiendo" personas únicamente negras o árabes o musulmanas. ¡Necesitan inventarse el inmigrante que les interesa, el más distinto posible al español cristocastellano, para poder alarmar a la gente mejor!