MIENTRAS Otegi no renuncie a Euskadi, el vivero de la violencia sigue incólume. Cuando digo “renunciar a Euskadi” me refiero a renunciar a que un solo elemento, que en sí no tendría por qué ser nocivo, se coma al resto de elementos que forman cada identidad, porque ni Euskadi ni Catalunya ni España están planteadas como “un sentimiento más”, conviviente con los veinte o treinta que forman nuestras vidas, sino como “el sentimiento” que, llegado un momento crítico, canibaliza a todos los demás.
La persona que solo se siente vasca no puede ser más que una idiota que puede volverse peligrosa. La que solo se siente catalana, otra idiota. Solo española, ídem de ídem.
¿Quiere abandonar la violencia para siempre, señor Otegi? Renuncie de una vez a su monosentimiento, quítele la jerarquía, intégrelo en sentires más amplios.