EL ENEMIGO de la sociedad siempre fue el niño, sigue siendo el niño, siempre será el niño, sobre todo el niño de cincuenta años, la abogada que conserva a su niña, el panadero-niño, el jubilado infantil, la abuela-bebé, el señor con dientes de leche. Dice el filósofo José Antonio Marina que los niños, que comprenden el concepto familia o grupo de gente más cercano desde el principio, no empiezan a comprender el concepto de patria hasta los cinco años, y no la interiorizan del todo hasta los nueve. No la comprenden… ¡porque es imposible comprender tu pertenencia a una secta cuyo 99’9% de personas no vas a ver en tu vida, que viven en unos kilómetros cuadrados que se formaron gracias a guerras y casamientos reales, y cuyas fronteras debes amar y defender contra los demás! ¡Para comprender eso hace falta ser tan estúpido como un adulto, solo un adulto puede comprender la estupidez de la patria! Me imagino a los vasquísimos y catalanísimos y españolísimos pasándose el frasco de las sales, muy desasosegados ante el escándalo de que los niños sean apátridas hasta los cinco años, mientras apoyan sus manos en la cuna de los bebés y piensan: “En cuanto cumplan cinco años, lo primero que tenemos que hacer es entrar en sus cerebros y colocarles ESO”.