TODA ESA historieta de los vascos como identidad, de Euskal Herria como emanaci贸n psicol贸gica de lo que somos, de un hilo espiritual que conecta a todos los habitantes que viven entre el Adour y el Ebro, desde Santimami帽e al Guggenheim, en mi caso, cuando decid铆 venirme a Madrid, solo me dur贸 cinco a帽os: precisamente los cinco a帽os en que vivi贸 mi perro Argi, a quien hablaba siempre en euskera. ¡Un perro era todo lo que me un铆a a los ancestrales y esenciales vascos! ¡Cinco a帽os solo, y ese lugar ya me era tan lejano como Tanzania! ¡Menudo timo la vasquidad!