MIRA POR dónde que también Antonio Salieri es hermano mío. Conocido universalmente por la supuesta envidia que tenía a Mozart y acusado falsamente de envenenarlo, su obra musical ha adquirido relieve en las últimas décadas. Alex Ross señala en The New Yorker el papel que la roña nacionalista desempeñó en su postergación:
El siglo XIX vio el surgimiento del nacionalismo en los países de habla alemana. Salieri fue encasillado como un intruso extranjero, un intrigante italiano, un patrón ya visible en las cartas de Leopold Mozart a su hijo. Herrmann señala perspicazmente el papel que jugó el nacionalismo en la marginación de la reputación de Salieri: “El compositor cosmopolita, que hablaba con fluidez italiano, alemán y francés y era artísticamente importante en las tres áreas lingüísticas, no podía ser absorbido por completo en ninguna nación europea. Con el surgimiento de los estados-nación, el Salieri histórico se convirtió gradualmente en una figura sin hogar, y sus grandes méritos artísticos y sociales finalmente cayeron en el olvido”. Un destino similar le ocurriría al alumno de Salieri, Giacomo Meyerbeer, otro artista paneuropeo, que desapareció a mediados del siglo XIX después de alcanzar la fama mundial.


ALGUNAS PREGUNTAS para caminar hacia una España sin España: ¿Por qué en las bibliotecas públicas de Madrid es imposible encontrar el Memorial de Santa Helena de Las Cases? ¿Has visto alguna vez que se incluya a Almanzor entre los mayores genios militares? ¿Te han hecho leer algo de Joanot Martorell, Jacinto Verdaguer, Joan Maragall o Salvat-Papasseit? ¿Por qué nadie pidió el Nobel para Cernuda? ¿Existe algún manual escolar que diga quién es José María Blanco White? ¿Por qué Humboldt no se conoce? ¿Por qué Bartolomé de las Casas es más celebrado en América? ¿Has visto alguna vez que se cite a Leopoldo Lugones o José Martí como grandes impulsores del modernismo literario, o en tu libro de literatura solo se cita a Rubén Darío? ¿Por qué se ha soslayado la importancia de Huidobro en la vanguardia?


Ayer, día de descanso en el Tour, leí que se cumplen exactamente 40 años de la última victoria de un francés, Bernard Hinault. Parece mentira, con el amor que ese país le tiene al ciclismo, particularmente al Tour. Y es admirable que lo siga amando a pesar de eso, que continúe cuidándolo y llenando las cunetas para aplaudir a los corredores. Se diría que hacen una fiesta para otros, entre ellos nosotros.
Sí, menos mal que todavía quedamos personas a las que nos interesan los deportistas con independencia del lugar donde hayan nacido. En ese sentido, no me agrada poco que Tadej Pogačar, el monstruo que está dominando en los últimos seis años, pertenezca a un país pequeño, Eslovenia, de poco más de dos millones de habitantes, de forma que se puede decir sin margen de error que es uno de los pocos deportistas, fuera del fútbol, que cuenta con más seguidores lejos de su nación; más aficionados que lo siguen no por coterráneo sino por ciclista impar.


DICE GABRIEL Rufián que VOX no gobierna en España gracias a Euskadi y Catalunya, que son dos territorios “antifascistas”. Precisamente a mí me parece que Euskadi y Catalunya casi son los dos territorios más fascistas que existen en España, si no fuera porque Madrid, a partir de 2017, ha comenzado a competir con ellos.

¿Qué es un fascista, en mi opinión? Una persona que defiende una idea cultural-identitaria de una población, la que vive en determinado territorio, y que trata de imponerla con el abuso o la presión o la violencia. Como viví treinta años en Vizcaya, puedo afirmar con precisión que el elemento violencia está presente: es imposible vivir en un pueblo rural de Vizcaya, me refiero a vivir participando en el pueblo, si no aceptas el catecismo nacionalista. Ya he contado otras veces, y hasta figuró en un capítulo de El hijo de Puskas que finalmente retiré porque carece de calidad literaria, que yo nunca fui monaguillo y solo me invitaron una vez a participar en las fiestas de Lauros por el motivo de que mi madre es de Burgos y mi padre se opuso al PNV del pueblo. Como en un pueblo rural de Vizcaya no te dejes ver en el Batzoki, enseguida te ponen el sambenito del “no se integra” y te marginan. Que no te disparen ni te pongan una bomba lapa no significa que no haya violencia en ese comportamiento. Si a alguno le parece excesivo comparar el fascismo hiperasesino de Hitler con el que practica el PNV (o Bildu) en las zonas rurales de Euskadi, estoy dispuesta a adjetivar ese fascismo con el calificativo de “blando”, pero fascismo es.

En cuanto a ERC, ¿no es ERC la que, hace unos años, acaudillada por Junqueras, montó una iniciativa para salir a las calles de Catalunya, en plan piquete informativo, a llamar la atención a los comercios que no tenían impresos los rótulos en catalán? Si eso no es fascismo, ¿qué es el fascismo? ¿Y no ha sido CIU la que ha declarado durante años, por boca de sus dirigentes, que los inmigrantes que no aprendan catalán no deberían tener derecho al voto?

Se me dirá te equivocas, Vanessa, porque tanto Bildu como ERC son de izquierdas y no existe una izquierda fascista. Claro que existe: Maduro, el Otegi etarra, Fidel Castro, Stalin o Pol Pot son claros ejemplos de fascistas de izquierda: en ellos el elemento patriótico ("patria o muerte") o el elemento imposición violenta son mucho más importantes que el elemento socialista, que es puramente decorativo. 

Me causan tanta indignación los patriotas disfrazados de izquierda que me vais a permitir una pregunta sobre la “tanta izquierda” que es Bildu y ERC: ¿Por causa de qué Otegi y Junqueras han estado en la cárcel? ¿Acaso por encadenarse ante el Congreso por El Tarajal? ¿Por escupir al presidente del gobierno por la existencia de CIEs? ¿Por insultar al Rey por la matanza ante la valla de Melilla? No, Otegi y Junqueras han estado en la cárcel porque están dispuestos a dar el 100% de sí mismos, hasta perder la libertad, no por un proyecto de izquierdas, sino por el proyecto de construcción nacional vasco o catalán, un objetivo identitario, antihumano y antigente, igual que lo es el proyecto España. E igual que España te impone sus escritores de segunda, su historia de crímenes y sus deportistas dopados, tanto Bildu como ERC están al acecho para imponerte, llegado el momento y con otra bandera, sus listas propias de crímenes, poetastros y dopados.

Por tanto, ni Bildu ni ERC son antifascistas, al menos desde el punto de vista maricrónico, ni Euskadi ni Catalunya se libran de esa pesada lacra, sino que la encabezan.


HACE CASI tres siglos Samuel Johnson ya se dio cuenta de que el pueblo elegido es el suizo:
Quienes desdeñan la capacidad de los suizos deberían decirnos por medio de qué maravilloso arte de la política, por medio de qué feliz conciliación de intereses, se ha llegado a tal concordia que, en un cuerpo compuesto por distintas comunidades y religiones diversas, no surja ninguna conmoción civil.
Suiza no tiene idioma común, sino cuatro oficiales en pie de igualdad entre ellos: como no se les ocurrió invocar la sacrosanta unidad idiomática, nunca ha habido un problema. En religión funcionan igual y tienen casi el mismo número de católicos que de protestantes, caso insólito en toda Europa, donde casi todos los países se dedicaron a perseguir a la otra parte apelando de nuevo a la "unidad".

Si tú respetas la variedad sin buscar el idioma Uno y la religión Una, la convivencia es posible y el resultado es Suiza. Si no la respetas e invocas a grito pelado la "unidad", pensando que es fácil convencer a una persona para que abandone el idioma que le ha enseñado su madre, tienes como consecuencia inmediata el nacimiento del nacionalismo unitario y de los nacionalismos periféricos: España.


LO DE Torre Pacheco, como lo de Plymouth, se veía venir: fortalecer un nosotros imaginario y sectario es una locura que siempre deriva en violencia. Las naciones, como las religiones monoteístas y las ideologías totalizantes, basadas en el esquema antiduda "esto-es-así-y-punto", son cosas malas: no hay más que escuchar el lenguaje-consigna, dirigido a oligofrénicos, con que sus dirigentes se dirigen a las masas; no hay más que comprobar, al grito de "un marroquí hizo esto", cómo manadas de subnormales suspenden su inteligencia y se dan a la caza del marroquí, de todos los marroquíes, porque se sienten respaldados por un invento terrible contra el que nadie se atreve, la patria.


INCREÍBLE LO que se parece a la mía la visión de Goethe sobre territorio y cultura. Este autor fue brevemente nacionalista, en la época juvenil en que fue amigo de Herder, pero pronto se dio cuenta de que el nosotrismo se oponía a su amplitud de miras:
Como hombre, como ciudadano, el poeta amará su patria; pero la patria de su fuerza y de su acción poéticas son la Bondad, la Nobleza, la Belleza, que no están ligadas a ninguna provincia especial, a ningún país especial, que él toma y forma allí donde los encuentra.
Goethe vivió la época del florecer del volksgeist alemán, pero enseguida se le enfrenta con una propuesta más humana:
¿Qué significa "ama a tu patria" y qué significa "actuar patrióticamente"? Si un poeta se esforzó durante toda su vida por luchar contra los prejuicios dañinos, eliminar las opiniones estrechas, iluminar las mentes de su pueblo, purificar sus gustos y ennoblecer sus actitudes y formas de pensar, ¿qué mejor cosa puede hacer? ¿Y cómo debería verse más patriota?
La diferencia fundamental conmigo es que Goethe sí que se siente alemán y cree en la existencia de la nación y la cultura alemanas, frente a mi visión anti de corte racional-anarquista, pero a continuación dice que el contexto de nacimiento y cultura es un límite que, en lugar de ser celebrado, debe ser superado gracias a las traducciones y al interés por otras culturas:
Es muy buena cosa que ahora, con el estrecho intercambio entre franceses, ingleses y alemanes, nos corregimos unos a otros. Ése es el fruto de una literatura cosmopolita. Carlyle ha escrito la vida de Schiller, y lo ha juzgado en general de una manera como no es fácil lo haga ningún alemán. En cambio, nosotros estamos al tanto de Shakespeare y Byron, y sabemos apreciarlos quizá mejor que los ingleses mismos.
Para Goethe, el valor de una obra no se mide por la precisión con que ha retratado un lugar o cultura, sino al contrario: una obra solo vale si deja más valores duraderos que los referidos al "dónde" y al "cuándo", que en lenguaje maricrónico se traduciría por "POR FAVOR NO LLAMÉIS CULTURA A LO QUE ES SOLO ETNOCENTRISMO".

Por otra parte, tiene una idea descentralizada de la cultura, que conecta con mi concepto barrional: él siempre se opuso a que Berlín se convirtiera en la capital alemana de las artes y predicó con el ejemplo, pues fijó su residencia en Weimar y trabajó para que las artes de aquel lugar no tuvieran nada que envidiar a las del resto de Alemania.


ME LA suda millones la dizque atroz invasión musulmana que sufrieron; o los latrocinios que cometieron con ellos los ingleses; o la ignominiosa ocupación que padecieron de los napoleones; o la tragedia psicológica que les causaron los gringos en Cuba.

Ellos dicen que quien no recuerda su historia está condenado a repetirla; yo digo que la historia contada con el ojo de la nación no es más que una máquina de perpetuar el agravio y conservar fresco el odio.

Como no creo en su espíritu de negra miseria rebañiega, declaro en lo que a mí respecta que ni antes ni nunca me han hecho nada malo los musulmanes ni los ingleses ni los franceses ni los estadounidenses.

Todo son amaneceres y caminos limpios para la que rompe el candado fúnebre del nosotrismo.


HABLANDO DE Kafka, en sus conversaciones con Janouch defiende un sionismo de color de rosa: 
FRANZ KAFKA: El nacionalismo judío es la severa cohesión, forzada desde el exterior, de una caravana que avanza a través de la fría noche del desierto. Las caravanas no pretenden conquistar nada. Solo quieren llegar a un hogar fuertemente protegido que pueda dar a las personas que las integren la posibilidad de desarrollar libremente su existencia humana. El anhelo que sienten los judíos por un lugar en el que asentarse no consiste en un nacionalismo agresivo, que en el fondo siempre es apátrida en sí mismo y en el mundo y se apodera enfurecido de los hogares ajenos, ya que, en el fondo otra vez, el nacionalismo judío es incapaz de quitarle al mundo su desierto.

GUSTAV JANOUCH: ¿Se está refiriendo a los alemanes?
FRANZ KAFKA: Me estoy refiriendo a todos los colectivos ávidos de sangre que con su asolamiento del mundo no amplían su dominio, sino tan solo limitan su humanidad. En comparación, el sionismo no es más que un costoso regreso a tientas hacia una ley humana propia.
Se trata del error de siempre, en el que caen también personas en otros sembrados tan lúcidas como Kafka: el nacionalismo de los demás es malo-malo, porque es agresivo y excluyente; en cambio el nuestro es bueno-bueno, porque es integrador e inclusivo.

Pienso al contrario: en el mismo momento en que creas un nosotros territorial soberanista, sea constitucional o sea identitario, inclusivo o excluyente, has creado el Krakatoa. No hay Krakatoas buenos. El Krakatoa puede permanecer muchos años dormido, mientras lo dirijan personas como Kafka, Gorbachov o el emperador Antonino Pío, pero cuando pase a manos de Putin, Trajano o Netanyahu...

Le llevaba yo a Kafka a la Franja de Gaza para que viera dónde ha acabado su nacionalismo humano.


EL DEBATE de la traducción está viciado por la polémica nacionalismo / cosmopolitismo, que es previa y hace de mano que mece la cuna. Al nacionalista le interesa insistir en aquellas partes del idioma que son intraducibles (la mayor parte de la poesía); al cosmopolita en el humus que fecunda todo lo humano y asemeja a todas las lenguas. Al nacionalista se le desenmascara cuando, siguiendo su lógica, le dices que sería aconsejable enseñar inglés, francés, alemán, chino o árabe en las escuelas, con el fin de que los niños no tengan que traducir los idiomas en que está depositada la mayor parte de la cultura. Entonces el nacionalista se opone, porque es monoteísta y solo está interesado en el idioma que le tocó en suerte. Por eso albergo tantas reticencias con los escritores que dicen “mi patria es mi idioma”, que es una forma subliminal de nosotrismo.


AUNQUE HAGO lo imposible para que no me lleguen noticias de los euskañoles, a veces son tan revoltosos que acabo sabiendo de ellos contra mi voluntad. Ayer fue uno de los casos y tuve la desgracia de conocer, por cuentas que suelen tratar solo de literatura, que Ayuso había abandonado la conferencia de presidentes a raíz de que algunos de ellos hablaron en catalán o euskera.

Esta polémica me aburre mucho. Es la típica en la que dos bandos dicen muy fuerte “NOSOTROS”. ¿Pero cuál es el nosotros del que hablan?

El de los vascos es este:

3'2 millones de vascos = 0'04% de la población del mundo.

El de los catalanes es este:

8'5 millones de catalanes = 0'11% de la población del mundo.

Y el de los españoles es este:

42'2 millones de españoles = 0'53% de la población del mundo.

Hay que defender todos los idiomas, los pequeños, los medianos y los grandes, pero vosotros solo queréis defender el vuestro mientras ponéis palos a todos los que están por encima, los que están al costado o los que están por debajo. Tratáis de hacerme creer que vuestro cutrerío es natural, pero es del todo antinatural que en el siglo XXI de Internet, Google Translate y aviones ultrarrápidos nos obliguéis a vivir de acuerdo a vuestros nosotros bonsái.


"SOMOS EL país más autocrítico del mundo". Esta frase quejosa la puedes escuchar mucho en España, pero también en Argentina, y descubro durante estos días que también se escucha en Francia, naturalmente en exclusividad, como todo lo referido al invento patria. El presidente Macron, tras el incidente con su mujer, declaró que "el problema de Francia es que somos demasiado autocríticos", y hace unas horas Al-Khelaïfi, presidente del PSG, ha hecho unas declaraciones en el mismo sentido: "Tenemos que dejar de ser tan críticos los unos con los otros y empezar a ser positivos para que el fútbol francés se convierta en el mejor de todos".

Qué casualidad que el espíritu crítico, que parece un valor cuando se aplica en otros sembrados, en el momento en que se aplica en el sembrado patria ya les parece mal a muchos.


SI POR algo he abogado yo desde que murió mi padre es por aplicar a lo territorial un principio de separación de poderes como el de Montesquieu. A España le viene bien que exista la Unión Europea por encima y Euskadi/Catalunya por debajo, porque impiden que surja el autoritarismo y la tendencia al imperialismo que se deriva de una unidad sin fisuras; a su vez, a Euskadi y Catalunya les viene bien que existan en su seno grandes ciudades y zonas no nacionalistas que impiden que surja el monstruo de la unanimidad identitaria. Es bueno que un país tenga zonas federales o autonomistas; a la vez es bueno que el autonomismo sea limitado por el provincialismo y el provincialismo por el municipalismo. Cuanto más poderoso es cada escalón de la escalera territorial, más control ejercen los unos sobre los otros y más constreñidos están, menos fuerza tienen para agredir al otro.

Para llegar a este punto es indispensable partir de la misma premisa que Montesquieu, la de que el excesivo poder corrompe; hay que partir de la premisa de que Euskadi y España son dos cosas malas a las que hay que limitar para que no se manifiesten en toda su maldad. ¿Existe alguna persona en Madrid, además de la sissy de los dos gatos, que piense que Euskadi y España y Catalunya y Francia y Alemania no son estructuras de las que sentirse orgullosa, sino, al contrario, aberraciones a las que hay que parar los pies para mantener su iniquidad congénita en niveles no catastróficos?


SI EL catalán consigue ser idioma oficial de la UE, como pretende el gobierno, se solucionará una de las injusticias de la España de hoy. El catalán que ocupa el puesto número catorce entre las lenguas más habladas de la UE, por delante de otras diez lenguas que ya son oficiales. Yo también estoy a favor de lo común; pero a los idiomas hay que dejarlos correr y expandirse hasta donde puedan, y facilitárselo en lo posible: siempre me ha dejado alucinada que el aprendizaje de las otras lenguas ibéricas no esté subvencionado en todas las comunidades, como sucede en Suiza, o que en la escuela no te enseñen las quince frases más empleadas para hacer una reserva de hotel o pedir un menú en cualquier lengua española. Si además de la lengua supercomún hubiera otras lenguas comunes, aunque sea en una minoría de cada comunidad, esto redundaría en una amistad entre las regiones, sin la cual la sacrosanta unidad no es más que imposición.


DICE NIETZSCHE en el aforismo 109 de El caminante y su sombra, el subrayado es mío:
El tesoro de la prosa alemana.—Al margen de las Obras de Goethe, y especialmente de sus Conversaciones con Eckermann, el mejor libro alemán que existe, ¿qué queda en suma de la literatura alemana en prosa que merezca leerse una y otra vez? Los Aforismos de Lichtenberg, el primer libro de Historia de mi vida de Jung-Stilling, El Veranillo de Adalberto Stifter, Gente de Seldwyla de Gottfried Keller y pare usted de contar.
Así empiezan muchos de los grandes destinos en la escritura: con el desprecio del nosotros pequeño, que abarca el 1%, y el abrazo y apropiación del nosotros grande, que abarca el 99% de las letras.


ESCRIBE JOSÉ Antonio Marina en Biografía de la inhumanidad:
William Eckhardt calcula que entre el año 1 d. C. y el 1500 murieron en conflictos armados 3,7 millones de personas. En el siglo XVI, 1,6 millones. En los siglos XVII y XVIII, 6,1 y 7 millones, respectivamente, y en el siglo XIX, 19,4 millones. En el siglo XX se alcanzó la cifra de 109,7 millones.
Aparte de la progresión en la capacidad mortífera de las armas, la lectura que yo hago es que las guerras religiosas originadas desde Lutero provocaron el primer aumento de mortandad; y el segundo aumento vino propiciado por el surgimiento del estado-nación, que consigue convencer a millones de imbéciles para que expongan su vida en defensa de un territorio y unas gentes que no conocen ni al 0'001%.


ANOTA GIDE en su diario con fecha 17 de marzo de 1893:
España

Corridas de toros.
Que se mate a alguien porque está furioso, bien está; pero enfurecer a alguien para matarlo es absolutamente criminal.

Se mata al toro en estado de pecado mortal. Le ponen en él. Él solo quería pastar. Etc.
Este detalle esencial que señala Gide yo no lo conocí hasta la mayoría de edad, cuando se hizo un estudio en el Parlament catalán y se concluyó que los "toros de lidia" no son una raza, sino simples toros a los que se entrena y manipula para que embistan. Yo tuve toros en Lauros, cuando era muy pequeña, y una de las características de los toros de Lauros es que eran animales muy mansos. Siempre me preguntaba: ¿cómo es que los toros de las plazas parecen animales feroces, como salidos de sus quicios, y en cambio los míos son tan poca cosa? Con ello no quiero decir, ojo, que si no estuvieran manipulados para embestir, entrenados en las dehesas para comportarse como antitoros, pues lo que vemos en las plazas es la antinatura de un noble animal, la tauromaquia me parecería bien: me parece mal de todas formas, pero hasta que no supe que consiste en convertir a un animal manso en uno feroz no capté hasta qué punto existe sadismo en esta "fiesta nacional".


DE LA Guerra Civil ya es hora de hacer borrón y cuenta nueva, te dicen (y estoy de acuerdo), porque eso pasó hace ochenta años y hay que dejar ya el rencor, pero llega el 2 de mayo y todos a celebrar una fiesta por algo que pasó hace más de doscientos, porque en este caso, te dicen, quien olvida su historia está condenado a repetirla.

¿Me creéis de verdad si os digo que nunca me he encontrado a un solo madrileño, ni de izquierdas ni de derechas, al que le cause horror la cantidad de monumentos, placas y fiestas que luce esta ciudad contra Francia?


ESTA es una mala época, y aun así es la mejor de todos los tiempos; el etnocentrismo es feroz, y aun así es menor que en otros siglos; la gente es mala, y aun así mejora a la del pasado; los solitarios sufren, pero aun así sobreviven.

Regar de oro el pasado es tontería. En cualquier otra época hace ya muchos años que yo hubiera sido destruida por la tribu.


LA CATALANOFOBIA es como la mierda en los cerdos: los que la tienen no se la huelen, pero el que no es cerdo ni anticatalán la siente a kilómetros. Por ejemplo Iñaki Uriarte, que dice en el segundo volumen de sus diarios:
Lo que me irrita es que las acusaciones más fuertes que reciben los catalanes son las habituales que se propinan al irracionalismo de los nacionalistas y a su falta de “solidaridad”. Pero ¿qué mayor muestra de nacionalismo furibundo y de ausencia de solidaridad que esa valla que aísla a Melilla de Marruecos y en la que hoy han muerto cuatro personas por querer saltarla? No soy de los que cambiarían los actuales estatutos, solo tal vez en alguna cosilla, pero tampoco puedo ser de los que se oponen con argumentos incongruentes a las reformas.

Yo creo que el anticatalanismo es la esencia del nacionalismo español. A cualquier español-español, le rascas un poco y sale el anticatalán.
Lo que yo he detectado en Madrid, sin embargo, es que el anticatalanismo no surge solo de la insolidaridad de Cataluña con las demás comunidades de España, sino también por el rechazo que causa una idiosincrasia que le han inventado al catalán para consumo del nosotrismo español, que consiste en decir que el polaco es falso, que no te mira a la cara, que va de sofisticado y es pura fachada, que solo piensa en el dinero y solo mira sus propios intereses. Esta catalanofobia se suele traducir en que, cada vez que suelo decir que soy vizcaína (nunca digo que soy vasca, porque además no soy vasca), cierto madrileño de base social muy amplia, pues no solo entre la derecha me he encontrado catalanofobia, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, me suele espetar:

—¿Vasca? Pues te voy a decir una cosa: ¡me caen mucho mejor los vascos que los catalanes!

Y es cierto también eso: en Madrid no existe vascofobia o la que existe es mínima, lo que me reafirma en que el problema no es solo de solidaridad, pues no creo que los vascos se hayan mostrado más solidarios que los catalanes con las demás regiones de España, al menos en los cien últimos años. De hecho, creo que los catalanes conocen esta predilección nacional por los vascos. Fue esta preferencia la que hizo estallar una vez a Jordi Pujol, en un debate en Sallent, en 1998, cuando realizó una de las declaraciones más fuertes que le he escuchado nunca a un político:
¿A quién debemos dejar de matar para ser más simpáticos que los vascos? ¿Cuántos atentados debemos dejar de hacer en Madrid o en Sevilla? ¿A cuántos regímenes fiscales especiales debemos renunciar?